Aprovecho de poner aquí una tarea que tuve que hacer hace una semana, en que aproveché de dar mi opinión sobre el proyecto de Aborto en tres causales discutido en el Congreso chileno.
Resulta triste ver como en nuestro país la clase política sigue empantanada en la discusión de la despenalización del aborto en tres causales, mientras la única alternativa razonable y justa para respetar el derecho de las mujeres a vivir libremente su propia vida es el permitir el aborto sin necesidad de causal alguna.

Por eso, cuando hay numerosos ejemplos de cómo permitir la interrupción del embarazo sin que esto conlleve un infanticidio, es de extrema crueldad seguir obligando a las mujeres de Chile a tener hijos que no desean. ¿Por qué insistir en meterse en la vida de una mujer, condenándola a tener que cargar con la crianza de un niño y con ello en muchas ocasiones impidiendo su desarrollo profesional y personal, pudiendo condenar así al mismo tiempo a esos hijos no buscados a una infancia de pobreza?
Esta actitud no deja de representar una imposición de valores de origen religioso en la definición de las leyes que rigen todos los chilenos, clara violación del principio de separación entre la Iglesia y el Estado. Y más aún, muchas veces parece reflejar también una intención moralista de castigar a las mujeres que tienen un embarazo no deseado, actitud inaceptable en una sociedad moderna.