El Gobierno sigue haciéndole el quite al problema de la contaminación, usando chivos expiatorios. Ya hace rato que en episodios de excepción ambiental han puesto restricción a los autos catalíticos, siendo que contaminan muy poco.
¿Para qué hacerlo? Lo que corresponde es limitar la actividad de las industrias en la cuenca de Santiago, fomentando su traslado a otras zonas de mejor ventilación y menor concentración de habitantes.
Y a pesar de no ser una solución para la contaminación, las autoridades pretenden ahora hacer la restricción a los autos catalíticos algo permanente.
El Gobierno, a través del intendente Orrego y el ministro Gómez-Lobo, ha demostrado que su preocupación no es la contaminación. Lo que tienen es una guerra ideológica contra el uso del auto. Ya lo mostraron con la implementación de los llamados "corredores verdes", o sea, el prohibir el uso de autos particulares en ciertas calles grandes, para obligar a la gente a usar las micros. (Y casi me olvido del "impuesto verde", que de verde no tiene nada, pues se calcula principalmente en base al valor del auto, y no a cuanto contamina). Y ahora suman a esto el proyecto que enviarán para imponer la restricción vehicular a los autos con convertidor todos los días.
Si el Gobierno pretende que los chilenos usemos el Transantiago, lo correcto, lo decente y lo que demostraría que están haciendo su trabajo es arreglar el sistema de transporte público, de manera que sea una opción atractiva. Pero sigue siendo incómodo, frío o caluroso, muchas veces peligroso y a las horas punta, una aglomeración invivible, que obliga a ir a pie y apretados, cuando se consigue entrar al bus tras esperar horas, haciendo un viaje muchísimo más largo que el equivalente en auto.
Tampoco han arreglado el problema de la evasión, los timbres de los buses ni funcionan, hay que saber de antemano las paradas (pero la información en los paraderos es nula), las tarjetas Bip! tampoco se pueden cargar en cualquier lugar, y el sistema no presta viajes a toda hora (como debiera). Y cada vez está más lleno de molestos cantantes y ofensivos predicadores. El Transantiago sigue siendo un hoyo deficitario para todos los chilenos, y sin embargo el pasaje tampoco es barato.
Y en lugar de arreglar el Transantiago, o combatir realmente la contaminación, el Ministerio de Transportes anuncia que nos impedirá usar nuestros autos, para "reducir la congestión". ¡Pero si la congestión no es el problema!
Los que tienen autos catalíticos los usan porque les resulta más cómodo y seguro, y porque las micros no son una alternativa real.
Que el Gobierno pretenda quitarnos el derecho a andar en auto es inaceptable, y la ciudadanía debiera de una vez por todas alzar la voz y terminar con esta estúpida obsesión oficialista, y obligarlos a resolver problemas de verdad en vez de los que ellos mismos inventan como voladores de luces.
El Gobierno debe trabajar para que los medios de transporte alternativos sean eficientes y atractivos para las personas, no dejarlos igual de malos y peligrosos y forzar a las personas quitándoles las alternativas que prefieren.
Que prefieren, o que necesitan. ¿Qué tal los minusválidos, los viejos, las personas con niños que llevar al colegio, los que transportan bultos, los que llevan a sus mascotas, y tantos otras ejemplos de personas que necesitan usar el auto? Cagaron.
Pero la obsesión contra el auto es más grande. Tanto así que el Ministro Gómez-Lobo habla de usar en las restricciones a los catalíticos combinaciones de números siempre cambiantes, con tal de al menos de vez en cuando dejar parados los dos autos en aquellas casas que los tengan. ¡Habrá que tener 3 autos en lugar de 2!
¿Para qué hacerlo? Lo que corresponde es limitar la actividad de las industrias en la cuenca de Santiago, fomentando su traslado a otras zonas de mejor ventilación y menor concentración de habitantes.
Y a pesar de no ser una solución para la contaminación, las autoridades pretenden ahora hacer la restricción a los autos catalíticos algo permanente.
El Gobierno, a través del intendente Orrego y el ministro Gómez-Lobo, ha demostrado que su preocupación no es la contaminación. Lo que tienen es una guerra ideológica contra el uso del auto. Ya lo mostraron con la implementación de los llamados "corredores verdes", o sea, el prohibir el uso de autos particulares en ciertas calles grandes, para obligar a la gente a usar las micros. (Y casi me olvido del "impuesto verde", que de verde no tiene nada, pues se calcula principalmente en base al valor del auto, y no a cuanto contamina). Y ahora suman a esto el proyecto que enviarán para imponer la restricción vehicular a los autos con convertidor todos los días.
Si el Gobierno pretende que los chilenos usemos el Transantiago, lo correcto, lo decente y lo que demostraría que están haciendo su trabajo es arreglar el sistema de transporte público, de manera que sea una opción atractiva. Pero sigue siendo incómodo, frío o caluroso, muchas veces peligroso y a las horas punta, una aglomeración invivible, que obliga a ir a pie y apretados, cuando se consigue entrar al bus tras esperar horas, haciendo un viaje muchísimo más largo que el equivalente en auto.
Tampoco han arreglado el problema de la evasión, los timbres de los buses ni funcionan, hay que saber de antemano las paradas (pero la información en los paraderos es nula), las tarjetas Bip! tampoco se pueden cargar en cualquier lugar, y el sistema no presta viajes a toda hora (como debiera). Y cada vez está más lleno de molestos cantantes y ofensivos predicadores. El Transantiago sigue siendo un hoyo deficitario para todos los chilenos, y sin embargo el pasaje tampoco es barato.
Y en lugar de arreglar el Transantiago, o combatir realmente la contaminación, el Ministerio de Transportes anuncia que nos impedirá usar nuestros autos, para "reducir la congestión". ¡Pero si la congestión no es el problema!
Los que tienen autos catalíticos los usan porque les resulta más cómodo y seguro, y porque las micros no son una alternativa real.
Que el Gobierno pretenda quitarnos el derecho a andar en auto es inaceptable, y la ciudadanía debiera de una vez por todas alzar la voz y terminar con esta estúpida obsesión oficialista, y obligarlos a resolver problemas de verdad en vez de los que ellos mismos inventan como voladores de luces.
El Gobierno debe trabajar para que los medios de transporte alternativos sean eficientes y atractivos para las personas, no dejarlos igual de malos y peligrosos y forzar a las personas quitándoles las alternativas que prefieren.
Que prefieren, o que necesitan. ¿Qué tal los minusválidos, los viejos, las personas con niños que llevar al colegio, los que transportan bultos, los que llevan a sus mascotas, y tantos otras ejemplos de personas que necesitan usar el auto? Cagaron.
Pero la obsesión contra el auto es más grande. Tanto así que el Ministro Gómez-Lobo habla de usar en las restricciones a los catalíticos combinaciones de números siempre cambiantes, con tal de al menos de vez en cuando dejar parados los dos autos en aquellas casas que los tengan. ¡Habrá que tener 3 autos en lugar de 2!